Ene 152015
 

El pasado mes de Noviembre se celebraron en Málaga las I Jornadas Pensar la Ciudad, organizadas por el colectivo MalakaTÓN en la Térmica, que ya anunciamos en su día a través de esta web. Una vez realizadas las mismas, queremos compartir las reflexiones realizadas por el miembro de ArTeS José Antonio Duarte en torno a las nuevas herramientas de participación que se propornen desde formas creativas de abordar la intervención urbana. 

Con las I Jornada Pensar La Ciudad, organizadas por el colectivo MalakaTÓN se ha podido comprobar cómo la participación ciudadana se está convirtiendo en una herramienta necesaria para garantizar el éxito de cualquier proyecto o proceso urbano. Las experiencias aportadas desde diferentes ámbitos han permitido generar una visión más amplia de la participación, así la jornada se inició con Elena Pérez, del Área de Participación del Ayuntamiento de Málaga, que presentaba la metodología de procesos culminados por parte de la administración en algunas barriadas; también desde una perspectiva universitaria, de la mano de Juana Sánchez y Carlos Rosa, profesores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga, integrando desde su plan docente la actividad del alumnado en actividades colectivas con el objetivo  de enfocar un urbanismo más humano, más ético y no tan técnico a partir del cuestionamiento planteado desde la pregunta inicial, ¿Qué ha sido de la Outlook Tower?;  Esau Acosta, desde VIC – Vivero de Iniciativas ciudadanas, a partir de la metodología del procomún, integrando los conceptos de agentes + recursos + gobernanza y destacando la necesidad de una figura intermedia entre los planes y los procesos participativos, denominándola mediador, siempre en el marco de las extituciones y con el ciudadano como protagonista; María Toro y Luís Peláez, del Estudio ATOPE, incidían también en esa figura, a la que ellos nombraban como técnico facilitador, y que debía ser capaz de aunar las demandas ciudadanas al mismo tiempo que comunica-informa a todos los agentes.

Como nuevos conceptos a aportar en los procesos de participación, Ana Belén López, a partir de Cartografías del Deseo, muestra Cómo abordar la intervención urbana de forma creativa, y expone 2 experimentos cartográficos en los que resalta la visión del concepto #deseo mezclando la ciudad, la sexualidad y la cartografía para expresar la #intimidad desde lo público y lo privado, en un escenario físico y en otro digital.  Por otro lado, Camila Diniz y Jon Garbizu, desde Todo por la Praxis, diseñan esa autoconstrucción del espacio público diferenciando los conceptos de participación y  colaboración, estableciendo un sistema en el que todos deciden y participan: colectivos y agentes externos, colectivos locales, administración y la propia comunidad, que en este caso se identifican como receptores.   Una aportación interesante para todo proceso participativo la realiza Adriana Ciocoletto, desde el Col-lectiu Punt 6,  con su perspectiva de género integrando todos los conceptos teóricos a cuestiones prácticas: transformaciones urbanas, análisis urbano y social, participación desde la experiencia de la mujer. La experiencia consigue conjuntar en el mapa los usos, desde lo físico, y los hábitos,  como datos intangibles.  Por último, Mar Márquez expone la Metodología IAP (Investigación en Acción Participativa) en la que suma la participación a la democratización para dar más protagonismo al sujeto en el proceso, con el objetivo de una transformación y mejora, desde una vertiente integral e integradora, del territorio.

Todas éstas aportaciones de diferentes colectivos y profesionales sirvieron para generar una práctica reflexiva sobre una barriada de Málaga, en concreto Soliva, un conjunto residencial que atiende a la expansión urbanística del término municipal y en la que se edifican viviendas sociales junto con VPO a partir del resultado de proyectos y concursos arquitectónicos independientes entre sí y que no llegan a apreciarse como un conjunto sino como una suma de partes aisladas con mucha estética visual.

El resultado de ese taller participativo en el que los conferenciantes, organizadores, técnicos y participantes de las jornadas debatieron con una perspectiva urbana y otra social, se resume en conceptos como: falta de conexiones urbanas, aislamiento, carencia de espacios públicos que permitan relaciones sociales,  escasez de actividad comercial… Soluciones como la peatonalización, la generación de espacios comunes abiertos – y no cerrados, como es el caso – , la organización de actividades con el objetivo de la integración y creación de identidad comunitaria y algunas propuestas más en esa línea han sido las conclusiones.

Como reflexión personal aporto estás líneas sobre la barriada sujeto de análisis:

Muerte Civita.

Ese podría ser el estado clínico desde un punto de vista social que presenta la barriada. Pero no hay que vincularlo únicamente al fracaso de los arquitectos y urbanistas que lo proyectaron y edificaron, tal como sucedió durante las jornadas. Todo lo contrario, yo lo plantearía como un conjunto modélico de la gestión publica actual. Podría ser el culmen de esa intencionalidad apreciada en muchas otras experiencias residenciales de nuestro entorno: buenas dotaciones arquitectónicas aisladas entre sí y dispersas del municipio, y a su vez, incomunicadas desde un punto de vista social y urbano. Sumar además altos costes de mantenimiento de los espacios comunitarios, que suplen al espacio público camuflando el concepto y las condiciones del privado, y generando un ahorro de mantenimiento para las administración pública pues es el ciudadano quien lo asume. Quedaría por conocer si en los impuestos municipales se diferencia ese porcentaje de espacios que asumen éstos respecto a los que disfrutan en otros lugares tanto los residentes como los visitantes.

Casualmente, el día de la visita a la barriada, durante una cena con amigos, uno de ellos es residente en la barriada y pude escuchar la opinión de su comunidad. Más de lo mismo sobre las características arquitectónicas (caras e imposibles de reparar), las comunitarias (elevadas facturas y costes de reparación), sociales (apenas conoce a sus vecinos y se traslada a la zona universitaria para cualquier tarea) y urbanas (dependencia del coche para desplazarse). Pero mi sorpresa no quedó ahí, sino en la situación anómala de ellos al estar en ese momento de un miércoles alargando el día entre amigos como algo excepcional. Al preguntarle, a eso de las 23:00h qué solían hacer (se da el caso de que la mayoría viven solos), su respuesta fue que a esas horas ya andan desconectados y en la cama, en esta época debido “al frío”.

Me hizo pensar eso en ellos como personas. Y en la propia barriada. Un conjunto de ciudadanos robotizados que atienden al horario laboral, para luego ajustarse en lo posible al comercial y concluir lo más rápidamente el día para no sentirse mal al siguiente. Un bucle peligroso. Caldo de cultivo para el sedentarismo, la depresión, la exclusión social y el malestar general. El concepto de saludable vuelve a emerger como necesario en todos éstos aspectos, ya no sólo en el individual. Y queda de sobra argumentado que la solución no pasa por instalar un centro de salud y un gimnasio en el barrio, sino de generar unas condiciones de vida apropiadas y justas con la ciudadanía, por supuesto a partir de sus demandas y necesidades.

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