May 032012
 

Esta frase no es nuestra, es de un gran amigo y gran arquitecto, Manolo Rodríguez Paradas, del que esperamos hablar detenidamente en esta página, entre otras, de las viviendas en Camas de AXXY Arquitectura, un ejemplo de las cuestiones que queremos explicitar en relación al proyecto pensado desde claves que hemos enunciado como «salud».

El comentario surgió en relación a algo que nos atrevemos tímidamente a decir en el contexto de las clases del master de sostenibilidad, MCAS, de la ETSAS, aunque es una idea cada vez más firmemente afianzada en nuestro interior: sobre la oportunidad que este momento nos regala para inventar una profesión, la profesión que realmente escondemos en nuestro interior.  Así vemos cada vez más compañeros dedicados a eso que antes era, si había tiempo, su «hobbie», y ahora se trasforma en una profesión, construida desde la humildad y también desde la ilusión: aparecen nuevos cantantes, que además tienen estudio de grabación que además lo alquilan a otros músicos, propietarios de casas rurales, libreros, hortelanos, ganaderos, jardineros, programadores, publicistas, dibujantes… o sea, eso  «a lo que pensábamos dedicarnos cuando nos jubilemos» ocupa ahora nuestro tiempo de manera que nos permite algo muy necesario, y nada pretencioso como, simplemente, «ganarnos la vida».

Eso sí, siguen perviviendo algunos (con mucho esfuerzo la mayoría) para los que la profesión nunca ha sido un negocio, sino una manera humilde de dedicarse a pensar, con mucha ilusión y con mucho esfuerzo, cómo hacer un espacio para que nuestro cliente, muchas veces antes también un amigo, sea capaz de disfrutar lo máximo en ese lugar.

Sobrevive así una profesión muy cercana a lo que Richard Sennet denomina «El artesano», alguien que conoce su oficio por el uso intenso de las herramientas y los materiales, y es capaz de hacer con esto una profesión como modo de vida, más que de negocio. Algunos pensamos que es uno de los futuros más creíbles de nuestra profesión, una profesión tranquila, alguien a quien llamar en determinado momento de nuestra vida, al igual que uno busca a un electricista o a un mecánico, con la diferencia de que, serán menos las ocasiones  dada la complejidad del trabajo y la dedicación que requiere pensar y construir un espacio, que además, seguramente terminará siendo  una obra de arte… (y por la complejidad y el tiempo requerido, es por lo que resulta un servicio mucho más costoso que los anteriores, no necesariamente más valioso ya que no excluimos a los electricistas, a los mecánicos y a los carpinteros, de la capacidad de hacer obras de arte). Hay tantas obras de arte domésticas que no conocemos…Eso sí,  nunca hemos visto a un profesional-artesano de este tipo, que antes del encargo esté pensando dónde lo va  a publicar, o lo famoso que se va a hacer con esto…nos queda como profesión, un trabajo muy grande con determinadas tendencia egoicas…

Esta idea de arquitecto-artesano estaría totalmente en contra de los nuevos vendedores de la nueva mercancía de la arquitectura. Una mercancía que  esta vez se vende a los mismos arquitectos, convenciéndoles de que «conseguirán de nuevo triunfar» si siguen técnicas de marqueting en las que resuenan continuamente las palabras mercado, negocio, internacionalización, transversalidad, negociación (no pondremos ningún enlace porque preferimos no señalar…), palabras que bien usadas pueden ser muy potentes pero que «vendidas a los arquitectos», a algunos nos producen un poco de pena y hastío…

Y no es que no sea necesario viajar e irse fuera (qué incoherencia que este pensamiento pudiera derivarse de esta página, surgida como herramienta para un proyecto de red internacional), sino que sería realmente una pena si viajamos para hacer en otro sitio lo que hemos estado haciendo mucho tiempo aquí y ahora “ya no podemos” o “ya no nos dejan”: tener un rentable negocio a base de cargarnos los ecosistemas y los paisajes, ahora de los lugares en emergencia económica. Qué desperdicio si salimos para eso, qué pérdida de energía y qué injusticia más grande si no hemos aprovechado esta ocasión para aprender lo que «ya no se puede hacer» en ningún sitio (ni en ningún planeta), e intentamos seguir haciéndolo en lugares y culturas  en los que deberíamos entrar, si acaso, pidiendo perdón y dando las gracias.

Conocemos a muchos amigos que han salido, simplemente  en busca de una profesión: os deseamos mucha suerte y que sepáis disfrutar de la experiencia de vivir como extranjero en un lugar que no nos pertenece y en el que debemos medir con sumo cuidado cualquier acción (El extranjero, de  Sennet habla de estas cuestiones). Para ellos no son estas palabras.

En fin, si algo nos ocupa especialmente  en estos momentos, es redefinir nuestras profesiones. No sólo las que competen a los sistemas de producción (entre ellas a la arquitectura- del oficio hemos hablado en algunos foros académicos, como por ejemplo en Zaragoza, con muchos amigos y compañeros de la escuela), sino que es algo, que por enmarcarse en una situación económica y social que es global, les corresponde a todas las profesiones. Lynda Gratton, en el libro Prepárate: el futuro del trabajo ya está aquí (referenciado en un artículo de El Pais Semanal), reflexiona sobre dos cuestiones que nos parecen ahora fundamentales: efectivamente la situación contemporánea esconde la posibilidad y oportunidad para que construyamos una ocupación que nos permita realizarnos. El presente nos regala la oportunidad para inventarnos nuestro futuro, nuestros futuros profesionales. Por otro lado denuncia una cierta amoralidad de la docencia en nuestras universidades (una docencia sin moral, sin valores). Creo que realmente es así, que hemos hecho hincapié en determinadas cuestiones que ahora se revelan de una cierta intrascendencia, problemáticas muy ensimismadas en la propia profesión.

Enunciamos esto aquí, porque pensar e investigar ahora, desde nuestras universidades, en temas como la sostenibilidad o el patrimonio (y la rehabilitación de barrios es un campo de trabajo que pertenece a ambos campos de investigación), no es otra cosa que recuperar unos valores que la arquitectura había perdido, una cierta inteligencia olvidada por al arquitectura ya que ha demostrado ser muy torpe con los ecosistemas y muy poco respetuosa con la vida en general.

Estamos en esta situación, en la definición de nuevos valores que responden a la insatisfacción contemporánea. Por eso también la importancia de nuevos conceptos (de viejos y nuevos valores) con los que debemos trabajar en la contemporaneidad, como la austeridad o la salud y que queremos que sean protagonistas de esta página.

Los iremos construyendo poco a poco entre todos.

 

 Leave a Reply

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

(required)

(required)