Sep 102012
 

A continuación publicamos unos artículos de nuestro compañero Rafael Reinoso sobre el espacio relacional, uno de los conceptos que manejamos cuando hablamos por ejemplo de arquitectura y salud. Empezamos por éste denominado «Caballos de Troya»

Libro: UNCURSODEURBANISMO 2003-2004.
Artículo:  Caballos de Troya                Páginas   16-23
Editorial:   Laboratorio de urbanismo de la universidad de Granada
Pais de publicación: España   
Año de publicación: 2006       
ISBN        978-84-7807-421-X


 

Caballos de troya

rafael reinoso bellido

 

Jeremías en los campos ciegos, la nostalgia que no sirve

 

Poco atractivos, acelerados, espontáneos, fortuitos… poco meditados. La desaforada transformación del litoral no nos está dejando demasiado: poco espacio social, poco placer espacial, ineficaz gestión del uso y de la planificación del suelo, insostenibilidad en las decisiones… mucho para tan poco.

 

Parece existir un malestar general frente a los hechos, pero solo parece, porque no hay contestación severa a ese sentimiento. La que se produce es inocua y aislada, inofensiva, consentida, y lo que es peor, podría haberse endemizado. La creciente autosatisfacción de sentirse ciudadanos de un territorio emergente de evidente potencia y la ausencia de conflictividad social pese a la alta criminalidad de guante blanco internacional, que convierten en invisible modos de vida limitados y banales, puede ser una de las razones. Si esto ocurre así es porque territorio y gente son la misma cosa… sus deseos, su educación, sus ambiciones, su formación, su cultura… sus limitaciones… la fotografía de todos sus habitantes, la cristalización de esa sociedad en forma urbana.

 

No podemos pues hablar de malos arquitectos, de ineficaces y corruptos políticos, de promotores y constructores poco escrupulosos, de una sociedad civil indiferente,… todos participan de su construcción, y quizás también por eso, no habría por qué, desde esa posición, adoptar ninguna postura jeremíaca frente al tema, ni sentir pánico a las enormes transformaciones, ni, menos aun, adherirse a esa confortable postura de resistencia al cambio y a la pérdida de escenarios naturales y artificiales que el fenómeno turístico y la mala práctica urbanística de las últimas décadas ha provocado.

 

La actitud que sirve ha de ser otra. Ir contra corriente es romántico, y nada más. Ante las circunstancias en que nos encontramos la mirada hacia lo ya hecho y la cantidad de errores y actos por enmendar hay que dejarlos, como decía Mumford, para los curas y los psicólogos. El reto es  asumir el dato de la realidad como irrefutable, sin repliegues ni resistencias y ayudar a introducir algo de luz en este “campo ciego”, como definía H. Lefevre a la situación en la cual no existe un buen punto de vista para ver un problema, desde dentro del problema…  si es que hay problema.

 

Si hablásemos de paisaje podríamos admitir que, desde este supuesto, no estamos dejando ni construyendo patrimonio, incluso destruimos el que teníamos. Pero no me gusta la palabra patrimonio, demasiado cercana al derecho de propiedad y desencadenante de un proceso acelerado y artificial de fosilización de la realidad, hipócrita y falso hasta niveles escandalosos (aunque invisibles para muchos).

 

A pesar de eso, la nostalgia no es interesante, porque se ha convertido en una máscara, en una banal cuestión de lenguaje. Lo que se anhela es lo que las cosas nos parecen ser, no lo que son realmente. Absurdo e inútil, Toyo Ito decía, desvelando la esterilidad de este sentimiento, que “nosotros que ya tenemos una sensibilidad corporal como la de un androide, no volveremos jamas al mundo real. Cualquiera que sea nuestro entusiasmo nostálgico por un retorno al pasado, la casa que sobrevive en nuestra memoria no es mas que una imagen ilusoria”

 

Los procesos de transformación económica y social que está experimentado nuestro litoral desde hace 50 años, nada tienen, ni deben, a los procesos a los que estuvo sometido el resto de los siglos anteriores. El paisaje que perdemos es el de aquellos siglos anteriores, pero aquello que lo construyó ya no está, y no está porque, si hablamos con claridad, ni lo queremos ni nos hace falta. Estamos en una etapa y en una dimensión distinta que construye otras cosas, que quizás todavía desconocemos, pero que probablemente no sea peor.

 

¡Que bello debía haber sido lo que había debajo de París antes de París, pero no hay duda de que París es impresionante!. Impresionante, educador, acumulador de capital social continental,… puro proceso humano, justificado proceso de transformación de su soporte físico y geográfico hasta algo más complejo, que hoy sigue evolucionando.

 

El ejemplo es exagerado, y quizás no nos sirva, pero ilustra, por gigantismo que las transformaciones urbanas, primero, no tienen por que verse como pérdida, y después, que introducen nuevos valores, nuevas plusvalías que sería preciso tener en cuenta.

 

Está pues claro que la nueva coyuntura lleva en paralelo una interrupción de la costumbre histórica, que destruye y desarma el paisaje elaborado por esa cultura de siglos. El paisaje patrimonializable es como un jardín, años para crearlo, y instante para destruirlo. Proteger la imagen de aquella costumbre histórica es un esfuerzo desmesurado, irreal y probablemente lastrante, pero que comporta sin embargo satisfacciones y deseos que también, de la misma manera que se dijo anteriormente, deben ser tenidos en cuenta.

 

 

nostalgia de las ventajas

 

Casi todas las que se me ocurren nada tienen que ver con la forma urbana o la emoción espacial en la que se había atascado la práctica tradicional del urbanismo de los arquitectos. Y digo así, de los arquitectos. Mejor, porque sospecho que el mismo concepto de placer arquitectónico es algo cultural, y muchas veces coyuntural. No se me escapa que buena parte de las desventajas del espacio contruido en el litoral son precisamente formales, y aunque, por descontado, la mejor práctica urbana de los arquitectos ha atendido, afortunadamente a otros asuntos menos espaciales, tampoco puedo negar que ver y decidir con ojos de arquitecto una y otra vez, debería haber sido una ventaja y no ha sido así. La calidad y cantidad de buenos proyectos urbanos realizadas por arquitectos (la inmensa mayoría) ha sido escasa, y en buena parte del litoral, inexistente… una catástrofe para la que no tengo, como arquitecto, una buena respuesta.

 

Viendo pues otras cosas, se percibe una dimensión metropolitana emergente sobre el litoral, consolidada en buena parte en la Costa del Sol occidental. Lo urbano está devorando el paisaje heredado, urbano también en algún caso y todavía virgen en otros muchos, construyendo una entidad urbana anómala, policentral y lineal, de ritmos demográficos desiguales, apretada entre la montaña y el mar, de forma urbana aleatoria, fortuita diría yo, muy suburbana, sujeta a las servidumbres de las infraestructuras del transporte privado, que presenta un elevadísimo porcentaje de autopistas por habitante si se compara con otros territorios, con poco espacio social, pero en algún caso con cierta intención de urbanidad, que, en general, funciona y satisface.

 

Este nuevo territorio urbano, reflejo de la sociedad que lo construye, es por ese motivo, sensiblemente diferente de aquellos otros territorios a los que otorgamos categorías urbanas reconocidas. Sin embargo en él podemos representar los mismos roles que en una ciudad más convencional, con diferentes ventajas e inconvenientes.

 

Si hay algo que explique su novedad y su diferencia sobre los modelos urbanos tradicionales, eso es su población. Una población que nace del turismo, del ocio, de la segunda residencia, de los servicios, del potente sector constructivo,…, una población diversa, diferente, internacional, interracial, intercultural, mestiza, que demanda y oferta comportamientos y actos inéditos.

 

Una población que demanda menos automóvil puesto que la temporalidad de sus estancias, que no estacionalidad, de buena parte de sus habitantes que llegan sin automóvil, les empuja a moverse en transporte público o de lo contrario a reducir su campo urbano de movimiento. Y quizás algo tan interesante como eso, se trata de habitantes que llegan de lugares con una cultura de la movilidad pública muy arraigada. Eso convierte a estos territorios en potenciales demandantes de infraestructuras de movilidad pública, lo que podría convertirse en una enorme ventaja, puesto que este funcionamiento se podría convertir en una culturalidad asociada al lugar.

 

Paradójicamente, el litoral es un territorio urbanizado no completamente habitado, y por tanto, con relativos y escasos problemas de movilidad, con importantes reservas de suelo para equipamientos derivados de esa nueva urbanización, que sin embargo no disponen de recursos para su materialización puesto que estos están asignados a los datos irreales del censo, es decir a una población inferior a la real. Los problemas y los indicadores que presentan la sanidad, correos o la recogida de basuras, ilustrarían mejor que otros la desventaja de ese no reconocimiento demográfico. Enorme paradoja: poca población para tanta ciudad, y mucha en cambio para los servicios y equipamientos que necesitan.

 

El crecimiento demográfico sostenido y sus proyecciones estimadas para los próximos años constatan que el fenómeno turístico ya solo ha de considerarse como el desencadenante de un proceso que ahora tiene vida propia, siendo el turismo ahora nada más que un importante componente del territorio, pero no la referencia para entenderlo. Asistimos al nacimiento, la gestación, de uno de las entidades urbanas nacionales más singulares, que trasciende su dimensión demográfica, pues lo más significativo es que está produciendo nuevas formas de vida, de habitantes, que todavía no sabemos bien como serán en el futuro.

 

A pesar del no reconocimiento demográfico, y de la negativa a asumir su escala metropolitana, empiezan a visualizarse las lógicas ventajas de escala que evidencian la realidad. Las ventajas del tamaño, igual que sus problemas, se empiezan a poner al servicio de una población acostumbrada a una ruralidad o provincialidad histórica. En marcha las grandes propuestas de movilidad pública están por aparecer las culturales.

 

La calidad de vida, el clima y sobre todo algo de lo se habla poco, la existencia de una infraestructura social cuantitativamente internacional que oferta comodidad y cercanía desde sus lugares de origen a grupos que escogen el litoral para encontrarse con sus “vecinos”, sus comidas, sus enseres, y un escenario urbano de interminable suburbanidad que les es muy familiar,  están funcionando como un efecto llamada inmigrante, que ya no solo instala europeos jubilados sino jóvenes profesionales cualificados. Esto quiere decir que se está capturando capital humano construido, formado y costeado en otros territorios, y todavía más, que el escenario litoral se comporta como un soporte espacial para el movimiento de ideas de toda Europa.

 

Ese espacio social donde estos procesos y estos habitantes coinciden, es a simple vista invisible, sin embargo existe y funciona. El espacio social público, el convencional y tradicional espacio público, tras décadas de procesos urbanos que han menospreciado el proyecto del espacio no privado, ha quedado prácticamente reducido a las playas y a la “calle”, en su sentido coloquial, de los viejos núcleos urbanos. Al mismo tiempo, el espacio social privado, tras un mismo periodo en el que ha sofisticado sus propuestas, funciona perfectamente, especialmente representado en el centro comercial, que presenta hoy ya su cuarta o quinta generación, o en esos equipamientos no necesarios, que podríamos denominar productivos (spa, golf, complejos de tenis y padel, …).

 

A pesar de ausencias de guetos y de conflictividad social, el territorio, y esos encuentros están claramente estratificados por clases sociales, o, por hablar con más exactitud, por rentas. Puede que esa ausencia de conflictividad social esté cimentada en el mismo modelo construido. Por un lado el parque residencial, que nace de la oferta turística,  es de una elevada calidad, aunque no precisamente constructiva, si se compara con los tradicionales tanto en luz, como en zonas verdes, complementos residenciales, etc. Pero también la diferente oferta de servicios y equipamientos, que nuevamente nace de la turística, ahora también para los residentes turísticos, es mucho más elevada. Esta oferta se segmenta según la demanda, según la renta como es evidente, siendo esto último especialmente visible en lo que se refiere, por ejemplo, al comercio o a la educación. Quizás ambas cosas estén explicando porqué, incluso teniendo en cuenta la interetnicidad e interculturalidad, ni siquiera soterradamente se adviertan conatos de malestar social.

 

¿Equipamientos o un nuevo sector productivo?. Ciertos servicios que se ofrecen en el litoral para atender la demanda, son más que servicios o equipamientos. El tenis, el golf, los spa, etc. son un equipamiento innecesario, un sobrequipamiento, que genera riqueza, un acumulador de capital que reinventa continuamente a sus habitantes. Como ejemplo claro, el ocio se ha convertido en un sector productivo en sí mismo, y curiosamente en un capturador de capital que debería haberse acumulado en otros lugares. Es decir, el litoral captura como recurso los tiempos de ocio de miles de europeos en un proceso que hoy se manifiesta espiralmente.

 

El paisaje ya no es fundamental en el proceso de crecimiento y acumulación de capital. Los viejos y los nuevos habitantes, y lo que es más llamativo, los visitantes, los turistas, prefieren buenos servicios a buen paisaje, por ejemplo, mejor una playa urbana que una paradisiaca, como han demostrado las encuestas y la propia demanda turística.

 

No obstante el nuevo paisaje resultado de la antropización general del territorio aporta cosas nuevas. La nueva visión de litoral mediterráneo seco y semidesértico en muchos lugares, es, a pesar del ladrillo, también verde. Se trata de un verde artificial, o inventado, que como en el caso de las Alpujarras -una tierra pedregosa y semi esteril en su origen-, ha transformado poco a poco algunos sectores áridos en lugares de frondosa vegetación. Es el resultado de décadas de trabajo colectivo, familiar e individual en nuevos parques y jardines, públicos pero sobre todo privados, aportando buena tierra, abonando, fertilizando, llevando el agua y manteniendo un nuevo microclima, en unos suelos que por naturaleza no daban verde. Algo que en algunos sitios ha variado el clima en algunos pocos grados.

 

 

Empezando a ver así las cosas, el concepto de insostenibilidad asociado al crecimiento urbano desproporcionado es como poco cuestionable. Nada que decir si además se tiene en cuenta un nuevo parámetro, la sosteniblidad social, con toda seguridad, la mejor aportación del nuevo litoral.

 

 

 

respuestas sin pregunta

 

Una de las mayores dificultades que presenta este territorio es la de poder canalizar ideas para pensarse a sí mismo, haciéndolas visibles y posibles. Aunque pocas, estas ideas, que se formulan de vez en cuando, no encuentran una infraestructura específica que las pueda materializar con éxito. El enredo político partidista, la gestión estanca de las decisiones por departamentos aislados, las dificultades ciudadanas para hacerse oír, la prensa cautiva, el azar y tantas cosas más, atascan una y otra vez las posibilidades de sacar adelante ideas que no nos costarían más que aquellas otras que con tanta banalidad se instalan en nuestras vidas. Pero eso, como se dijo al principio, es un endemismo, y por tanto habría que tomarlo como un dato.

 

Hoy no se necesitan solo técnicos mercenarios eficaces y honestos. No son suficientes respuestas directas y técnicas, hay que dar un plusvalor en cada trabajo e intentar materializarlo. Las respuestas deben presentarse como Caballos de Troya. El proyecto debe alojar encriptadas otras respuestas para asuntos no solicitados, y puede que incluso no tolerados por los entes encargantes, ya sean públicos o privados. El talento técnico debe estar entrenado en la construcción de bombas de tiempo, que consigan resultados más allá del momento presente.

 

El éxito de determinadas operaciones desde procesos ortodoxos, puramente técnicos y resolutivos, dadas las dificultades mencionadas anteriormente, depende de la suerte, o la casualidad. Razón por la que no debería proceder dejar escapar oportunidad alguna de asociar soluciones a otras soluciones, para cualquier tema, se acometa desde donde se acometa.

 

Cada proyecto ha de entender que sus efectos pueden trascender lo meramente local, por lo que la mirada debe entrenarse en comprender que muchas veces ha de atender asuntos locales y metropolitanos al mismo tiempo. La transescalaridad es una característica de los grandes territorios urbanos, y nuestra singular conurbación litoral ya no soportaría decisiones locales desconectadas.

 

Esta cuestión es de vital importancia cuando han de pensarse tanto las infraestructuras, especialmente la de la movilidad, como los equipamientos y servicios urbanos. Aunque la lógica de la evidencia no debiera admitir dudas, la realidad es que en la mayor parte de las ocasiones las decisiones urbanas se encierran tras un perímetro de gestión, una simple línea (física o competencial), que casi siempre que se trata de asuntos fundamentales coincide con una propiedad aislada de cierto poder que no admite la complicación de compartir una decisión con otras entidades, normalmente menores. El autismo de tales decisiones compone un sistema de autismos que solo adquieren sentido desde sus singulares interiores, pero que aniquilan potencialidades colectivas. Primer Caballo de Troya, lo general con lo local, lo local con lo general.

 

 

Al tiempo que se proyecta una infraestructura pública de la movilidad hay que proyectar la privada como subsidiaria de la anterior, complementándola, nunca al revés. Hay que apostar por el transporte público porque en el litoral hay una elevada demanda potencial que no usa el privado, porque la morfología urbana lineal apretada entre la montaña y el mar ayuda a ello, porque es relativamente sencillo concentrar buena parte de los servicios sobre sus trazados, porque a corto plazo acortaría los tiempos de desplazamiento, porque la naturaleza lineal de la estructura urbana litoral obliga constantemente a desplazamientos enormes de punta a punta que son un sobrecosto energético y económico cada vez más inasumible, porque el tiempo de la movilidad se convertiría en un campo social compartido y no aislado como en el automóvil, y porque todo ello convertiría a la movilidad pública en nuevo atractor de confort urbano, siempre que se entienda que el automóvil privado es un elemento insustituible.

 

 

Esto quiere decir que las decisiones sobre la intermodalidad cada vez son más importantes para facilitar y agilizar la compleja matriz de relaciones urbanas. Esto quiere también decir que el crecimiento urbano debe estar sometido a la lógica de la movilidad pública y no al revés. Justo al contrario de como viene ocurriendo. Y ello no quiere decir negar el desarrollo de ciertos lugares, sino condicionar que estos desarrollos incorporen las medidas necesarias para facilitar su inserción en la estructura modal pública general sin cargas generales para la ciudad, que generalmente aparecen a posteriori costeadas por el resto de los ciudadanos. Una barbaridad consentida durante décadas, que adelgaza los presupuestos necesarios para otros asuntos muy demandados. Segundo Caballo de Troya, la matriz de relaciones ha de priorizar la movilidad colectiva.

 

 

El planeamiento intermedio adquiere pues una importancia notable, en tanto que ha de precisar el trazo gordo general, desarrollando unas determinaciones borrosas en algo más concreto. Es en este momento cuando la ciudad se lo juega casi todo, y es precisamente, por desgracia, el momento de más imprecisiones, urgencias y banalidades de todo el proceso de consolidación urbana.

 

 

La construcción, y reconstrucción, inteligente de los espacios intermedios, la calle, los espacios abiertos, la posición de los equipamientos, los apeaderos y los intercambiadores de la movilidad pública, los lugares de luz y sombra, los que facilitan los encuentros y relaciones, etc. están, por lo general (por no decir que totalmente desde hace décadas) ausentes de ese planeamiento intermedio. En su lugar solo han existido espacios que satisfacen técnicamente las demandas elementales de conexión y dotación de los nuevos espacios edificados, conforme a parámetros normativos, que curiosamente, pese a su frialdad y cada vez mayor rigidez, permiten hacer casi lo que se quiera. Sin embargo nuestros nuevos y cotidianos espacios siempre parecen la misma nada. Tercer Caballo de Troya, talento para la escala intermedia.

 

 

Esa “eficaz” y “resolutiva” respuesta técnica admite además que cualquier territorio tenga la misma respuesta sin ajustes, y que por ese motivo nuestro litoral carezca de respuestas adecuadas a su singularidad ¿cómo entender, por ejemplo, los estándares dotacionales de ese planeamiento intermedio cuando las demandas y el motivo que los desarrolla es bien distinto del que piensa la norma que los creó?. Probablemente lo más inteligente sería trabajar el vacío dotacional innecesario como un vacío estructural de oportunidad, perfectamente organizado con el resto de los espacios libres, quizás de manera similar a como lo usa Siza en la Malagueira.

 

 

Del mismo modo pensar con los datos reales, es decir con los no oficiales, debería llevarnos a considerar esa potencialidad no admitida administrativamente que es el capital humano invisible que está construyendo el litoral, en el sentido social de la palabra. Cada año nuevos habitantes llegan a la costa, y cada año su porcentaje sobre la población “indígena” aumenta. Ya no se trata de los jubilados europeos ni de los trabajadores africanos y latinoamericanos, sino de una clase nueva. Son universitarios, centroeuropeos de cierta formación profesional que comparten parcial o totalmente su tiempo entre sus lugares de origen y los nuestros. Nuevos habitantes transeuropeos que viven varios hogares simultáneamente, aprovechando las ventajas de una movilidad cada vez mejor, veloz y más barata.

 

Esa ventaja de disponer de ese capital “capturado” y que es atraído espiralmente hacia nosotros sin otra motivación que la de disfrutar de otra vida más fácil y placentera, debería ser canalizada en nuestro beneficio a través de decisiones y escenarios urbanos que desarrollasen sus potencialidades para construir una nueva infraestructura social e intelectual. Extender la calidad de vida más allá del clima y de la propiedad individual, facilitar el paseo, y el descanso, pero también servicios y equipamientos mas adaptados a esa nueva realidad social, que ahora sí, podrían estar encajados en esa “red” de vacíos estructurales de oportunidad mencionados anteriormente.

 

Sería un paso necesario más para romper con la tendencia de aislamiento social de ciertos grupos que está colocando bolsas de habitación demasiado homogéneas para los intereses generales. Aunque el gueto, en su sentido más peyorativo no existe de momento, y la conflictividad social severa todavía no ha dado señales de alarma, esta tendencia, que no va a ser capaz de resolver la segunda generación de inmigrantes, es lógico que platee pronto dificultades que hagan emerger los conflictos, interiores pero también procedentes de sus lugares de origen, por la fuerza de filiación, nacionalista o étnica, pero sobre todo porque estrecha la potencialidad de la matriz de relaciones general. Cuarto Caballo de Troya, reinvención y construcción del nuevo espacio social, del público especialmente.

 

 

Las infraestructuras son la oportunidad de solucionar problemas técnicos de movilidad o servicios concretos, pero pueden ser, simultáneamente (o ya que estamos con esto, de paso…), la oportunidad de aportar soluciones nuevas, a veces ni siquiera previstas. Al tratarse de operaciones costosas y altamente destructivas por naturaleza, sería sugerible aprovechar tanta energía para nuevas propuestas sin mayores esfuerzos ni sobrecostos.

 

Por ejemplo, a pesar de que los esfuerzos de gestión si serían muy visibles, sería razonable que la reforma de la urbanización de una calle acometiera la reforma de todos sus servicios, y viceversa, que la modernización de los servicios sirviera para modernizar el espacio urbano, o también, que el trazado de una carretera atendiera a cuestiones paisajísticas, y viceversa, que los asuntos del paisaje no se talibanicen, buscando ocasiones para solucionar demandas urbanas de movilidad, servicios, equipamientos, etc. Y así continuamente. Quinto Caballo de Troya, contemplar ocasiones colaterales a las infraestructuras.

 

 

El crecimiento urbano es por definición insostenible, no por eso los procesos urbanos han de abandonarse ante esta lógica evidencia. Los proyectos deben entender el lugar donde se instalan, sus características geográficas, climáticas y sociales, y responder a ello razonablemente. Aunque la legislación cada vez es más sensible y empieza a dictar las normas acotando el campo de juego, los proyectos no deben delegar. Una vivienda puede reciclar su agua y sus residuos, autoabastecerse energéticamente en parte, y construirse con parámetros climáticos y constructivos coherentes. Una ciudad también.

 

Cualquier proyecto urbano, de la escala que sea, debe, además de responder a la demanda que lo origina, dar una respuesta razonable con el lugar y con los lugares. Es decir, proyectar mal una calle, colocar mal un puente, orientar mal la futura edificación, olvidar la topografía, la geología o el clima, etc… puede crear incomodidades, marginalizar sectores y gentes, despilfarrar energía, subvertir la lógica de los lugares con sobrecostos innecesarios,… y ello quizás tan solo por la pueril intención de un gesto estético, o lo que es mas triste, y más frecuente, por la pereza o poca destreza invertida en la gestación de los proyectos. Sexto Caballo de Troya. Sostenibilidad o simplemente sentido común y responsabilidad.

 

 

A propósito del sexto, un séptimo. Sentido común y responsabilidad también para el suelo, un bien finito y escaso, que como el agua y los combustibles, se despilfarra, e incluso sodomiza, alterando irracionalmente su topología en bastantes ocasiones. Su valor de cambio lo ha convertido en un preciado capital fijo, inmobiliario, de altisima rentabilidad coyuntural una vez adquiridas características urbanas, que inducen a su permanente y desaforada prostitución.

 

La nula sensación de trascendencia que exponen sus procesos de transformación, urgentes y básicamente dependientes de su rápida rentabilidad, están inundando de costosos “innecesarios”, “absurdos” y “¿para qués?” de buena parte del nuevo territorio urbanizado: el exceso de espacio libre residual, y bastantes kilómetros de calles y carreteras no necesarias, pueden ser el  ejemplo más visible de las consecuencias de aplicar sobre el suelo la máquina de hacer salchichas. Lo cual no deja de ser gracioso, si esto estuviera bien dicho, dado el valor del suelo y de su urbanización.

 

Pero no es gracioso, el suelo así transformado cuesta más pero vale igual, así son las leyes del mercado, por lo que esa desinversión entierra un capital bien necesario para otros asuntos. Nuestras ciudades están llenas de estos “innecesarios”, su localización pondría al descubierto millones de metros cuadrados de ciudad “absurdos”, que como poco servirían “para” poner más árboles. Séptimo Caballo de Troya, estamos de paso, el suelo es escaso, su transformación ha de ser cuidadosa, justa, leve y a ser posible reversible.

 

El éxito del litoral como nuevo espacio de habitación internacional, colateraliza la repetición de cualquier propuesta y respuesta anterior como una solvencia muy valorada, como una identidad conquistada, despreciándose cualquier nueva idea que compita con lo que inercialmente se propone una y otra vez. Si bien es verdad que las propuestas se han sofisticado, el fondo que las provoca no ha variado sustancialmente, la ciudad se repite asimisma continuamente, y sus habitantes viven la misma vida una y otra vez. Es la otra cara del litoral, sus constructores y pobladores reproducen acríticamente el modelo formal y vital que dicen disfrutar, anulando la posibilidad de escapar de una realidad banal y muy limitada que no ven.

 

La potencia de las ventajas del litoral corre paralela a la impotencia que provoca la inercia que repite incansablemente su manera de construirse. Lo que construimos nos construye, como decía Alejandro de la Sota, el ambiente es conformador de conductas, y es altamente probable que esa conducta, en este caso, tenga vida propia y con ello un elevado instinto de supervivencia. Escapar del círculo necesita más que talento, precisa injertar espacios y usos educadores,  atractores vitales para otros pobladores, regates para despistar conductas poco estimulantes y aprovechar sinergías. Octavo Caballo de Troya, talento para educar con la ciudad.

 

 

Las enormes ventajas son pocas para tantas desventajas, el problema no es la forma sino la imaginación y las conductas.

 

Organizar el nuevo espacio social litoral, articular los nuevos equipamientos productivos, repensar los espacios intermedios (los existentes y los nuevos), inventar lugares donde mover las ideas, facilitar la articulación lógica de los proyectos entre las diferentes escalas, considerar las infraestructuras como fuentes de otras posibilidades, así como acompañarse del sentido común y la prudencia, o estimular nuevas conductas a través de las nuevas oportunidades metropolitanas urbanas,  no son casi nunca parte de la pregunta, así pues deben insertarse dentro de las decisiones proyectuales, más allá de las necesarias respuestas solicitadas.

 

 

 Leave a Reply

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

(required)

(required)